Foto por John Middelkoop vía Unsplash

Después de la tormenta

12 de noviembre de 2024

El 19 de octubre un viaje de trabajo me llevó a St. Petersburg, Florida. Diez días antes el huracán Milton había tocado las costas de esta ciudad en la noche del 9 de octubre. Estoy acostumbrada a vivir tormentas, pues resido en Puerto Rico y este es un fenómeno natural que es frecuente en nuestra área. Lo que sí es nuevo para mí es llegar después de la tormenta.

Después de la tormenta, se asienta una tensa calma. Las personas salen de sus hogares para identificar sus pérdidas. Lamentablemente algunas de esas pérdidas son físicas. Puede ser que nos enteremos de la muerte de alguna persona a la que conocemos, un familiar o personas desconocidas que igualmente lloramos porque la pérdida de vidas es siempre una gran tragedia. También se pierden vidas de mascotas, de ganado, se pierden cosechas y casas… a veces, también se pierde la esperanza. Es un tiempo de luto por todo lo que se ha perdido que a la misma vez está acompañado de agradecimiento por lo que se ha preservado.

Después de la tormenta el evento deja ser parte de los titulares. Según pasan los días las personas deben retomar su rutina a la vez que comienzan el proceso de recuperación. La reconstrucción da paso a procesos de limpieza, reorganización y de identificación de los recursos necesarios para continuar. A veces, intentar volver a la rutina mientras se sobrevive afecta la salud mental. Por eso, es necesario procesar cada día lo mejor que se pueda con la energía que se tenga. Después de la tormenta, está bien no estar bien.

Díez días después de la tormenta visité a un pastor local en St. Petersburg y a varios líderes de su congregación. El pastor me compartió que estuvo siete días sin luz, me mostró fotos de su hogar rodeado de agua al cual no tuvo acceso por días. Debido a esto tuvo que quedarse en un hotel y rentar un auto hasta que el nivel del agua le permitió regresar. Todos los presentes compartieron sus historias –historias llenas de agradecimiento a Dios por sus cuidados. Mientras narraban, también sanaban. Ahora es tiempo de esperar que los niveles del agua bajen para limpiar restaurar las edificaciones, incluida la iglesia que sufrió muchos daños a causa del agua. Ellos no están solos. Tienen a una denominación e iglesias hermanas dispuestas a caminar a su lado en este proceso. Dios, encarnado en comunidad, les da fuerza, recursos y energías para continuar.

Me encantaría poder decir que después de la tormenta viene la calma, pero no siempre es así. A veces, después de la tormenta, hace falta que denunciemos las estructuras y los sistemas que nos oprimen a tal grado que detienen u obstaculizan la recuperación.

Después de la tormenta se hace assessment de daños y planes de restauración. Ahí, probamos si los sistemas funcionan. Vemos si el plan de emergencias familiar es efectivo, si el gobierno responde según es su responsabilidad y cuán fuertes son los lazos comunitarios. Tristemente también nos damos cuenta de que después de la tormenta, muchas cosas continúan igual. En mi viaje desde Orlando hasta St. Petersburg pude ver la celeridad con la que ya se han recogido escombros en áreas afluentes y cómo muchos escombros siguen frente a las casas de las comunidades marginadas – aunque ambos sectores simplemente estén separados por una carretera. Después de la tormenta continúa la inequidad.

Me encantaría poder decir que después de la tormenta viene la calma, pero no siempre es así. A veces, después de la tormenta, hace falta que denunciemos las estructuras y los sistemas que nos oprimen a tal grado que detienen u obstaculizan la recuperación.

El huracán María afectó a Puerto Rico en el 2017. En 2024 – siete años después de la tormenta – el país continúa en proceso de recuperación. La red eléctrica es inestable poque nunca se restauró por completo. El gobierno de Puerto Rico demostró su incapacidad y corrupción para atender la crisis.

Después de la tormenta, vino una segunda tormenta de indignación social que se conoció como el Verano del ’19. El pueblo puertorriqueño salió a las calles a exigir la renuncia del gobernador que le dio la espalda a su gente en un momento tan crítico como ese y que, además, se burlaba de la muerte de alrededor de 4,645 personas que perdieron su vida a consecuencia del huracán. A veces, después de la tormenta, hace falta que ocurran otras tormentas de justicia que cambien el destino de la sociedad por uno mejor. Esa tormenta que comenzó en Puerto Rico en el verano del 2019, continúa. A veces los vientos suenan más fuertes que en otras ocasiones, pero las personas están despertando.

Un mundo que refleje los valores del reino de Dios de justicia, amor y paz es posible. Como iglesia, debemos seguir acompañando a las personas afectadas por los desastres naturales con nuestras oraciones, nuestro trabajo voluntario y nuestros recursos. Pero eso no lo es todo. También hay que llevar a cabo acciones en pro de sistemas justos para todos y todas. Así nos ayude Dios.

La Rvda. Abigaíl Medina Betancourt es la coordinadora nacional de Relaciones Interculturales, American Baptist Home Mission Societies. Lea la versión en inglés de este artículo aquí.

The views expressed are those of the author and not necessarily those of American Baptist Home Mission Societies.

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