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La niñez, víctima silente de la pandemia del COVID-19
La Rvda. Dra. Elizabeth Conde-Frazier
June 10, 2021
La pandemia del COVID-19 es una crisis de salud, pero también es una crisis socio-económica que ha amenazado los derechos de los niños. Se estima que en Latinoamérica el numero de personas pobres puede incrementarse de 67.4 millones a 90 millones. Se espera que los niños y sus familias sufran disrupciones de servicios sociales básicos a grandes escalas afectando acceso a comida, vivienda, ingreso mínimo e interacción social segura.
Las disrupciones crean estrés para los padres y cuidadores de los niños. En cambio, los niños sienten este estrés también. Los niveles del estrés pueden escalar hasta llegar a la violencia en casa. Para los hogares donde los adultos han perdido sus trabajos o donde los trabajos han cesado durante esta temporada, existe la posibilidad de estar viviendo de casa en casa o hasta en moteles. A veces la solución es dejar a los niños con otros familiares, esto cambia sus rutinas. Las rutinas crean grande estabilidad para sus vidas y cuando hay cambios crea confusión, estrés y aun trauma. Es posible que en estas transiciones se interrumpa también la educación de los niños. En la Florida, en un solo distrito hay 70,000 niños perdidos al sistema escolar. Estos son niños que no han regresado a la escuela. Al ir buscándolos, los trabajadores sociales les encuentran viviendo con otros familiares o en moteles. Como las circunstancias de sus vidas son tan fluidas, sus cuidadores no han podido volver a registrarlos en la escuela. En otros casos, los niños no tienen los recursos para conectarse tecnológicamente al salón de clase. Esto puede traer como consecuencia que pierdan un año escolar, lo que ocasiona que se sientan inferiores o que pierdan la motivación para el estudio.
Si se pierde a un padre, una madre o cuidador, la familia puede entrar en la pobreza. La recuperación económica puede tomar años. La pobreza puede significar falta de alimento en la familia. La desnutrición infantil no permite desarrollo del cerebro y cuerpo del niño como es necesario y esto ha de tener consecuencias para toda la vida de ese menor teniendo implicaciones para el desarrollo y habilidad para el aprendizaje. Otra posibilidad al perder a su cuidador es que los niños entren al cuido de crianza (foster care). Una iglesia puede influenciar esto involucrándose en el proceso o teniendo familias que se adiestran para proveer cuido de crianza. La perdida de su ser querido y de su hogar y ambiente familiar puede ser traumático para los niños. Necesitan acompañamiento por sus amiguitos, personas especiales de la iglesia como sus maestras de escuela bíblica o persona pastoral. El ayudar a proveer recursos de consejería es importante también.
En vecindades más pobres instalaciones de cuido infantil han cerrado porque no tienen recursos para adaptar el lugar para cumplir con los requerimientos de seguridad para prevenir el COVID-19. Las madres en estos vecindarios no pueden regresar a sus trabajos hasta no tener cuido para sus niños. Así se sigue posponiendo la recuperación económica del hogar. Al no tener seguridad económica, las familias se ven obligadas de vivir con otras familias o amigos, incrementando el alto contagio del virus.
¿Como puede responder la iglesia en medio de todo esto? Informándose sobre recursos para familias pobres: ayudas federales, etc. Siendo parte de colaboraciones para crear recursos para familias inmigrantes ya que estos no tienen acceso a ayudas federales. La iglesia puede crear redes informales entre congregaciones y agencias sociales. También podemos trabajar con servicios sociales para mantener contacto con niños que han tenido que ir a cuido de crianza.
Informándose sobre recursos para familias pobres: ayudas federales, etc. Siendo parte de colaboraciones para crear recursos para familias inmigrantes ya que estos no tienen acceso a ayudas federales. La iglesia puede crear redes informales entre congregaciones y agencias sociales. También podemos trabajar con servicios sociales para mantener contacto con niños que han tenido que ir a cuido de crianza.
Miremos el desarrollo espiritual de los niños para así fortalecer a las familias con niños, entrar en conversaciones con ellos y acompañarlos en sus jornadas espirituales. Desde que nacen hasta que tienen 5 años la fe consiste en un sentido básico de confianza o desconfianza. Esto se va formando por medio de rituales de cuido, amor, juegos realizados en forma rutinaria. En esta etapa se forman imágenes primigenias de Dios basadas en las experiencias con otros especialmente con los que le cuidan. Es por esto por lo que la necesidad de relaciones estables con sus cuidadores es tan importante. Los cuidadores primordiales de su vida le van formando ese sentido de confianza y amor necesarios para la fe. Desde los 3 hasta los 8 años, los niños interpretan su experiencia espiritual usando sus percepciones e intuiciones,ven a Dios como el Dios de los milagros y usan juegos para explorar las ideas y los símbolos de la comunidad espiritual a la cual pertenecen. No es inusual ver a los niños imitando en sus juegos lo que ven en los servicios de los domingos. Ellos son muy sensibles a las historias religiosas. Es por esto por lo que no se les presenta a un Dios de castigo ni historias de demonios pues estos crean miedo y rechazo de las historias bíblicas.
Los niños necesitan su propio espacio para descubrir y crear imágenes que expresan sus conexiones entre sus experiencias espirituales y el mundo social en el cual viven. Muchas veces tomaran una historia bíblica y la cambiaran para hacerla una historia de lo que esta pasando en su ambiente social. Por ejemplo, un niño puede poner a su padre como Sansón que protege a la familia de la migra.
Es importante fijarnos como es que presentamos a Dios en nuestras conversaciones, sermones y enseñanzas. Si en el hogar y la iglesia se habla de Dios dentro de la esfera de la gracia (Dios nos ama, siempre está con nosotros), creamos una actitud positiva que se convierte en una fuente de salud y fuerza para nuestros niños. Pero si presentamos a un Dios castigador, que nos ha abandonado o introducimos al diablo como una fuerza que se mueve en nuestro medio, entonces esto se convierte en coraje con Dios proyectado sobre otros, temor, depresión, falta de esperanza, y los niños se enferman. Tenemos el poder de traer salud, gracia y esperanza a la vida de nuestros niños.
Durante esta pandemia algunas congregaciones han trasmitido sus servicios por Internet pero no todos han ofrecido algo para la niñez. Esto lo podemos hacer planeando juntos, creando un programa con canto, historia y artes manuales. Lo mas importante es tener un espacio para que ellos se sientan atendidos, y donde puedan decir sus historias. Durante una merienda virtual podemos ir escuchándolos. Podemos enviarles un paquete con materiales de artes manuales para ir usando cada vez que nos reunimos.
Una forma indirecta de fortalecerlos es crear grupos pequeños virtuales de padres con niños de la misma edad que confraternicen y oren los unos con otros virtualmente. Esto ayuda el estrés de las familias, se puede usar el humor, la risa, así como compartir problemáticas y victorias similares. Esta fortaleza a los hogares trae una fuerza positiva a las vidas de los niños.
La Rvda. Dra. Elizabeth Conde-Frazier es teóloga práctica y autora del libro Escuchando a los niños: conversaciones con familias inmigrantes, publicado por Judson Press. Actualmente es la Coordinadora de Relaciones para Entidades Teológicas en la Asociación de Educación Teológica Hispana.
The views expressed are those of the author and not necessarily those of American Baptist Home Mission Societies.